viernes, 12 de abril de 2013

Noche de tango.

Me encanta recibir sorpresas, especialmente cuando son referentes al arte y aún más si se trata de disfrutar de la música del gran Astor Piazzolla; por tanto me despido hoy con una inmensa sonrisa. He tenido el placer de ver en directo el baile sensual del tango, ese género musical y baile rioplatense popular originario del ámbito urbano de Argentina y Uruguay que me encanta.

Mi acompañante al finalizar el espectáculo y salir del teatro me ha preguntado que qué podía comentar sobre lo que habíamos visto y aunque en ese momento me he quedado corta ahora os digo que...

Yo esta noche en el tango he visto la viva representación de la pugna entre la mujer y el hombre, seres diferentemente sexuados y diferentemente socializados en nuestra estructura social. El tango es, por una parte, la sublimación de una sexualidad fundamentalmente fálica y por el otro lado, la puesta en escena de la diferencia de poder y de acción entre los sexos. El hombre es, en el tango, el sujeto que lleva el mando, conduce el movimiento, determina el giro, induce a la fricción y también a las acrobacias gimnásticas de su contraria. La mujer, se deja llevar en el ritmo, se deja tomar por la cintura, se hace doblar casi en dos en el abrazo masculino, y abre y apoya su pierna sobre el fémur del macho vencedor. Ella vuela en el aire por él, mientras él pisa la tierra firmemente, ratificando su poder en el mundo.

El tango es PASIÓN, claramente, pero también DOLOR. Mujeres que no se sienten reflejadas en ésta forma clásica y masculina de baile, asumen el otro rol, el del hombre, y pendulan entre una y la otra ejecución de ésta sexualidad
sublimada. Y quizás, allí, bailando entre dos roles, el tango y la milonga se
abre un espacio nuevo y creativo de interacción social.

Antes de despedirme os dejo una cita de Piazzolla que sintetiza muy bien la meditación de esta noche respecto al tango:

"Vuelvo a vos, con mi deseo, con mi temor".


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