lunes, 12 de septiembre de 2011

Algo de cultura musical...

La preservación y la difusión de la riqueza musical de la humanidad con sus músicas populares, eruditas, sagradas, profanas, rurales, urbanas, festivas, carnavalescas que se manifiestan por medio del canto, de los instrumentos musicales o de la danza, contribuyen a la definición de la música como lenguaje universal. Es, entonces, este lenguaje universal que fabrica la fuerza misma de su propia salvaguardia y que hace posible la revitalización permanente de la música como patrimonio cultural imprescindible para la humanidad.

Las músicas del mundo, y las de América Latina en particular, no son sino un inmenso y prodigioso mestizaje. Si muchas veces las voces políticas son portadoras de guerras, las músicas, en cambio, constituyen un ecumenismo de índole opuesta, uniendo, liberando, mezclando voces, ritmos y razas, eliminando tabúes, aliando lo nuevo a lo antiguo, fomentando la quintaesencia de la necesidad de
supervivencia de los pueblos del mundo, salvándolos de sus más terribles angustias y miserias, custodiando su más profunda dignidad. Actividad solitaria o hecho colectivo, la lengua musical es y sale siempre de una tierra y de su gente.

“Así empezó la canción siempre: como un milagro preparado por muchos más milagros, andando con el hombre, clasificándose, delineándose con él, salvándole o perdiéndose con él según él fuera” (Silvio Rodríguez, cantautor cubano).

Desde el origen de los tiempos, la música existió en la historia y la cultura de cada pueblo aún más remoto del mundo. Con y a través de ella, se fueron trascendiendo las barreras lingüísticas, se fueron intercambiando los ritmos vertiginosos de todos los continentes, se fueron logrando infinitas osmosis y simbiosis musicales. 

La música es portadora de la historia de las sociedades, lleva y cuenta sus tramas intrínsecas, traza sus
caminos históricos y políticos, se compromete con sus pueblos, llega tantas veces a ser más veloz en su
recorrido por la vida que la vida misma. De la tradición más antigua a la modernidad todavía mal
definida y mal asimilada, la música, muchas veces, se hace pionera y anunciadora de acontecimientos
futuros. De las músicas precolombinas a la expresión más radical de las músicas de guetos y favelas, las gamas y escalas musicales no pueden siempre aceptarse como el conjunto de una misma historia.
En el seno de la inconmensurable simbiosis de tierras y gente, en este mestizaje de razas e Historias de la humanidad, quizá la música sea el único elemento capaz de aceptar la antinomía respetable entre los hombres. Quizá sea la música la única y real fuerza creada siempre por los hombres, capaz de ir más
allá de su propio ímpetu vital. Lenguaje de simetrías y asimetrías, de órdenes y desórdenes, de testimonios y ataques, de paz y amor, de fuentes más inesperadas de “descargas” humanas, el decir musical seguirá siendo el vehículo de expresión cultural más intenso y el símbolo de las esperanzas más profundas de cada pueblo oprimido o libre de esta infinita pluralidad humana.


“Hoy te quiero cantar más allá de donde ha de llegar la canción"