viernes, 21 de junio de 2013

Se dice de los gatos que tienen siete vidas, no es cierto, lo que pasa es que ese gato que debería haber muerto y vive es otro que se le parece tanto que no hay quien los distinga. Es propio de los felinos ser ágiles y flexibles, saben caer los condenados desde alturas de las que otros animales incluso más racionales no saldríamos vivos.


¿Cuántas vidas tienes tú? ¿Cuántas has vivido ya? No me entiendes. ¿Cuántas veces te has reinventado, reseteado, indultado, cuántas “revivido” o “resucitado”? (que es diferente y ahora lo explicaré). Nunca necesitarás tal cosa si a lo que te dedicas es a evitar “vivir”, que es saltar al vacío en momentos cruciales. Todos aquellos que viven sin “mojarse” son los que se ocultan cuando “amenaza tormenta”, imagínate cuando llueve y, desde luego, jamás cruzarán un río… Para eso casi mejor no haber aparecido o llegado hasta aquí, pero allá tú, eres muy dueño, aunque no lo parezca, querido, pues lo que parece precisamente es que vives tal y como cualquier otro vivió; siguiendo sus pasos, sus temores, sus miedos, sus taras, en sus límites… La vida de otro vives, o con otro viviendo tu vida ahí dentro.


Nuestra existencia recuerda a los juegos de plataforma, como el Mario Bross, en el que vas avanzando, sorteando dificultades hasta pasar al siguiente nivel. La vida bien pudiera ser un nivel completo, lo sabremos cuando muramos, solo que difícilmente podamos comentarlo. O estar toda ella llena de niveles, algunos objetivos: la infancia, la adolescencia, la juventud, la madurez… y otros subjetivos: niveles horizontales de experiencia y niveles verticales de conciencia o consciencia, por si fueran conceptos distintos, para aquellos que relacionan conciencia con moral… En el juego el bueno de Mario se estrella o se quema o lo matan y ahí le tienes otra vez surgiendo como de la nada para volver a la carga. “Cuanto más practicas menos mueres, menos tardas en llegar a tu destino”, salvo cuando lo abandonas para descansar o por puro aburrimiento.


Pero y en ésta que vivimos ¿cuántas “vidas” tendremos, amigo mío?, ¿cuántas necesitas? Algunos con una tendrán de sobra, ¿qué precipicios puede haber de casa al trabajo, del trabajo a casa y tiro porque me toca? es como Mario dando vueltas a un seto; “vivirás siempre pero sin llegar a ningún sitio”. Si no peleas tampoco vences, ni conquistas, ni avanzas, si no amas tampoco odiarás, ni te odiarán, ni te querrán. Pasarás “sin pena ni gloria”, ¿no te suena?


Es más fácil renacer o simplemente “mudarse” y vivir en un contexto nuevo que ese en el que ya te han visto agonizar y hasta pudrirte. Pongo como ejemplo los testigos protegidos de las películas americanas a los que les dan una nueva identidad, otro nombre y una casa a estrenar en un Estado distinto. Pero no vayamos a America sino aquí, a una provincia, incluso un barrio distinto a vivir; cambiando de trabajo, de negocio, rodeado de vecinos y compañeros que no te conocen… Cuántas oportunidades como esa tendremos, cómo estar seguros de que alguien de esas vidas anteriores “no resueltas” no venga a descubrirnos, delatarnos o “matarnos”. Escucha bien: todo aquello que no se resuelve te persigue y, en algunos casos, no te deja vivir.


Quiero decir, si hiciste daño a tu amigo o amigos, qué tentación la de alejarte de ellos y cambiarlos por otros. Si fue a tu novio, a tu novia, a tu mujer, cambiémosla también. Como el soldado que llevaba el pie cambiado pero afirmaba que eran todos los otros los que estaban equivocados. “¿Cómo puedes parecer todavía tan interesante y poner esa cara de buen@, no has aprendido nada?” entonces pobre de ti y de ellos, de todos lo que llegaran no digo a quererte sino a tener siquiera un poco que ver contigo. Una pizca de veneno contamina cantidades enormes de agua.

Verdaderamente resucitamos cuando después de “reventar”, como cada vez que muere el gato, resurgimos en el mismo contexto, rodeados de los mismos que quizá no lleguen a perdonarnos o terminarnos de entender jamás… Así es. Me refiero a esas situaciones en las que fuiste descubierto con las manos en la masa, te pillaron in fraganti y te “condenaron”; fracasaste, hiciste daño, mucho daño, engañaste, delinquiste, abusaste, te equivocaste… qué se yo, sabes a qué me refiero. Lo fácil sería irse a otro lugar, lo difícil, el reto casi imposible pero más hermoso es el de resucitar, responder y reparar los daños. “Volver” allí para demostrarte y demostrar que aprendiste de tu error, que eres mejor, que eres una mejor versión de ti mismo. No te castigues, quizá caíste por asumir más riesgos, no te avergüences de eso, de haberlo intentado, de haber intentado vivir.

Es más valiosa esta resurrección que la “misma vida en un nuevo contexto vital” donde puedas “seguir” engañando a quienes no te conocen hasta que los defraudes o los destruyas, engañándote a ti mismo como solías, sin crecer, sin morir para pasar al siguiente nivel.


Si siempre empiezas de cero no llegarás jamás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario