viernes, 21 de junio de 2013

Qué valdrá más: ¿una realidad discreta o un buen sueño? Quién dijo que los sueños puedan o hayan de convertirse en realidad y a qué sueños nos estaremos refiriendo. Yo lo sé, a aquellos que tenemos “con los ojos abiertos”. Vuelve a presentársenos aquí un problema conceptual y terminológico si denominamos sueños a las ensoñaciones, a la proyección de nuestros deseos, la pura idealización, los cálculos, previsiones, ilusiones y fantasías… Qué rico es el castellano pero qué confuso también. Estoy segura de poder hacer una clasificación conforme a “la verosimilitud” de cada uno de esos términos. Lo que pasa es que se nos mezclan caprichosamente en la cabeza con la burda realidad haciéndonosla más vivible en cantidades tan irregulares a veces que perdemos de vista el suelo o el cielo.

“Algunos sueños solo quieren ser sueños y ocurrir cuando dormimos” que es cuando menos molesta nuestro pretencioso “yo consciente”. Así pasa que aparecemos en cualquier sitio y volamos o nadamos sin salir a la superficie, y cantamos como los ángeles, y nos quieren, nos rodean, nos aman… uy, hasta el punto de aparecer húmedos de felicidad por la mañana, qué gusto, y qué prueba de que “por lo menos el sueño sí ocurrió”.

Por qué será que vivimos tan intensamente algunos sueños mientras otros, la mayoría en mi caso, ni siquiera los recordamos, pues los especialistas dicen que soñar soñamos siempre. Por qué algunos son tan coherentes pero otros tan absurdos, ininteligibles o desagradables. Qué poco control tenemos sobre el subconsciente, nuestra versión más loca, más atrevida, más tétrica, más miedosa, más creativa, más sutil y más terca.

Eso le decía a un conocido esta mañana, alguien de quien no sé nada hace tiempo me comentaba que está preparándose para trabajar en algo que le gusta aunque no será la “ocupación de sus sueños”, a lo que yo he contestado casi con esta pequeña reflexión concentrada: “Los sueños están bien con los ojos cerrados, por la noche y sobre la cama, la vida muchas veces parece peor pero está más lograda en cuanto a sensaciones, ¿no crees?”

No me ha contestado todavía pero tampoco hace falta. Tienen muy buena prensa los sueños, pues cada cual tiene los suyos, que son muy difíciles de transmitir tal y como uno los sueña, y tienden a compensar de vidas menos atractivas en las que nunca falta dolor, ansiedad, frustración, angustia y aburrimiento…, mezcladas, si hay suerte, con sus contrarias que no voy a mencionar ahora. Y todo ello dilatado en el tiempo; que “los sueños son de suyo cortos, pues despierta uno de ellos en cualquier momento y cuando menos falta hace”, pero la vida, a poco convencional que sea, está llena de horas muertas, de jornadas de transición entre un momento y otro de esos que por diferentes motivos se te graban ahí, quizá para soñarlos luego y hacerlos más grandes o más pequeños, o taparlos como sea para no volver a verlos.

Pellízcate, pellízcame (qué rico), que te lo estás perdiendo, el qué te preguntarás… no lo sé, no sé qué ves tú, ni qué sientes, te explicas tan poco y tan mal. A mí me estás perdiendo si te da por cerrar los ojos, los oídos o por mirar “a la nada” cuando estoy contigo o frente a ti. Te veo tan ocupado, tan entretenido, tan absorto, pero “en todo caso tan lejos de aquí, de éste instante cotidiano”, que me iré y ni cuenta te darás. Si no actúas, si no haces, ni dices nada, “eres parte de un paisaje del que prefiero despertar”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario