
“No hay mal que cien años dure”, “ni cuerpo que lo resista”, ya estaba tardando Sancho Panza con sus refranes en hacer su aparición. Cuando alguien se ahoga en el dolor le parece que no saldrá nunca, es mentira, pero eso no lo sabes cuando estás allí, tu dolor no se parece al de los otros, "no lo hay más real ni más punzante que el tuyo". También habrá quien se instale o perezca allí "de manera patológica, personas que no logran reengancharse a la rueda de la vida, esa vida que continua sin esperar a nadie". Individuos sin fuerzas, propias y ajenas, sin ayuda o lo contrario (ayudados a sufrir), sin objetivos ni esperanza o, lo que parece peor si teniéndolas delante no las ven o las desprecian. Mal asunto ese de morir en vida.
No sé qué duela más, perder a alguien que no está ni para ti ni para nadie cuando te lo arrebata la enfermedad o la muerte, o perderlo exclusivamente tú, por haberse marchado a otro lugar, por haberte despreciado, olvidado, haberse evadido o evaporado de tu mundo, del mundo que compartíais y construíais juntos. Cómo hacer desaparecer un "duelo discutible", el duelo que pudiera desafiarse con una llamada telefónica, un mail, una conversación o una visita.
En ese caso no es el duelo entonces el que tendría que ausentarse, el dolor por una pérdida irreparable, sino el sentimiento por alguien "recuperable". Claro, también hay estudios sobre eso, sobre lo que tardan en olvidarse las parejas que se rompen, incluso queriéndose, ¿las habrá?, parejas que se quieren inadecuadamente, irrecíprocamente: mal? ¿se puede querer mal?... que interesante tema para otra reflexión bajo la almohada.