miércoles, 23 de noviembre de 2011

^^




Cuando eres pequeño cualquier cosa puede cautivarte, pompas de jabón o un riego que crea un arco iris en el césped. 

Creo que hacerse mayor significa que cada vez te cuesta más encontrar la forma de sentirte cautivado.
 La única vez que veo a los adultos con esa misma cara es... cuando se enamoran

domingo, 20 de noviembre de 2011

Idea profunda VII

Ayer estuve en Granada, ¿el motivo? Una adquisición nueva. Cuando sonó el despertador no podía ni moverme, tan solo había dormido dos horas y cuando sonó el despertador a las 05.30 me dieron ganas de estrellarlo contra la pared.

Aún nos esperaban tres horas por delante para llegar a Granada y no sabía qué postura coger para no dormirme y llevarme la charlita de turno de que no debería haberme ido a un concierto la noche anterior, que por cierto ¡qué gran noche! Hacía tiempo que no lo pasaba tan bien, os recomiendo el directo de “La Pulquería” si queréis mover el esqueleto y desfogaros de la rutina.

Cuando íbamos en el coche de fondo llevábamos sintonizada la radio en RNE1 y lo cierto es que trataron temas bastante interesantes y me pareció especialmente interesante uno, ¿y si viviésemos como si nuestra vida fuese un musical?

Cuando dijeron esto no pude evitar pensar en ello y sonreír por dentro. Sería muy gracioso ir por la vida cantando para comunicarnos y según la situación interpretar canciones alegres, melancólicas… Cuando paseo por la ciudad no hay cosa que más me guste que detener por unos momentos mis preocupaciones y escuchar lo que me rodea, en realidad no hace falta imaginar un musical para escuchar música en lo cotidiano, me he dado cuenta que la música también es todo eso, lo único que debemos hacer es detenernos unos segundos y pararnos a escuchar… el ruido de los coches, bebés llorando, pájaros cantando al amanecer… todo es música.  En cambio si imagino todo como un gran musical desde luego lo más divertido sería sentarnos en la acera de cualquier calle con una buena bolsa de palomitas y disfrutar observando nuestro alrededor.

Todo comenzaría con una overtura en la que se resumirían los momentos más importantes de nuestra vida…  Creo que una overtura buena es aquella que te deja con el caramelo en la boca para querer saber más acerca de esa historia que te van a contar.  Posteriormente vendrían una sucesión de actos, que sería lo que describiría diferentes capítulos de nuestra vida y aquí es donde contaríamos cantando todo lo que nos pasa, ¡qué gracioso sería ir caminando por la ciudad y ver a personas cantando contando sus alegrías, tristezas e inquietudes!
 
Mientras pensaba en todo esto sin apenas darme cuenta llegamos a Granada y… ¡TA-CHÁN! Ya tengo en casa la trompeta en do, una nueva compañía en mi trayectoria musical. Te prometo que pasaremos muchas horas juntas y que seremos grandes compañeras.  ;)



miércoles, 16 de noviembre de 2011

Soñar...

Idea profunda VI

Esta mañana mientras desayunaba, he visto un movimiento, “el movimiento” debería decir. La perfección hecha movimiento.

Estaba desayunando y miraba un ramo de rosas colocado encima sobre la encimera de la cocina. Creo que no pensaba en nada. De hecho, quizá por eso haya visto el movimiento; quizá si hubiera estado absorta en otra cosa, si la cocina no hubiera estado en silencio, si yo no me hubiera encontrado allí a solas, no habría estado lo bastante atenta. Pero estaba sola, tranquila y vacía. Por eso he podido acoger en mí el movimiento.

Ha sonado un ruidito, bueno, más bien como si el aire se estremeciera e hiciera “shhhh” muy, muy, muy bajito: era un capullo de rosa con un trocito de tallo quebrado, que caía sobre la encimera. En el momento de tocar la superficie, ha emitido un “puf”, un “puf” en plan ultrasonido, de los que sólo oyen los ratones o los hombres si están muy, muy en silencio. Yo me he quedado con la cuchara suspendida en el aire, totalmente embelesada. Era algo magnífico. Pero, ¿qué era lo magnífico? Yo no daba crédito: no era más que un capullo de rosa en el extremo de un tallo quebrado que acaba de caer sobre la encimera. ¿Entonces?

Lo he comprendido al acercarme y al mirar al capullo de rosa inmóvil, que había concluido su caída. Es algo que tiene que ver con el tiempo, no con el espacio. Oh, claro, siempre es bonito un capullo de rosa que acaba de caer, con un movimiento grácil. Es tan artístico: ¡dan ganas de pintarlo una y otra vez! Pero no es eso lo que explica “el movimiento”. El movimiento, este fenómeno que uno cree que es algo espacial…

Pero al mirar caer este capullo y este tallo, he intuido en una milésima de segundo la esencia de la Belleza. Sí, yo he tenido esta oportunidad increíble porque, esta mañana se daban todas las condiciones: espíritu vacío, casa silenciosa, rosas bonitas, caída de un capullo. Realmente lo bello es lo que se coge en el momento en que ocurre. Es la configuración efímera de las cosas en el momento en que uno ve al mismo tiempo la belleza y la muerte.

Ay, ay, ay, me he dicho, ¿quiere esto decir que así es como un tiene que vivir su vida? ¿Siempre en equilibrio entre la belleza y la muerte, el movimiento y la desaparición? Quizá estar vivo sea esto: perseguir instantes que mueren.

martes, 15 de noviembre de 2011

Idea profunda V

Anoche, después de un largo día en la universidad, no había nadie en casa. Cogí un poco de chocolate con avellanas de la cocina y me lo comí en el salón. Estaba bien cómoda en el sofá y mordía el chocolate reflexionando sobre mi próxima idea profunda. Pensaba que se iba a tratar de una idea profunda sobre el chocolate, o más bien sobre la forma en que uno lo muerde, con una pregunta central: ¿qué es lo bueno del chocolate? ¿La sustancia en sí o la técnica del diente que lo tritura?

Pero por muy interesante que fuera esta idea, no había contado con que tenía la televisión puesta de fondo en el salón y estaban dando un documental sobre Italia. Hablaban sobre los burros, el aceite de oliva, la luz del crepúsculo, la “dolce vita” y demás topicazos. En cambio había un dato interesante; en el documental aparecía una familia que en sus tierras había colmenas, las suficientes para producir un quintal de miel al año. Los toscanos habían contratado a un apicultor, que se encargaba de hacer todo el trabajo para que ellos puedan comercializar la miel. Su miel estaba considerada como una de las mejores del mundo (no recuerdo el nombre del sello), y ello contribuye al prestigio de los propietarios (que son rentistas) porque la utilizaban en grandes restaurantes cocineros que actuaban como si fuera algo extraordinario… Los periodistas que realizaron el reportaje tuvieron el honor de protagonizar una cata de miel como las que se hacen con los vinos, y hablaron sobre la diferencia entre una miel de tomillo y una miel de romero. Absurdo, ¿verdad?

Hasta ese punto del relato, observaba la tele con indiferencia, pensando en lo de “morder el chocolate”. Mientras tanto el documental seguía hablando esta vez de las costumbres de las abejas sobre los ritos nupciales de las reinas y los zánganos. En cambio la increíble organización de la colmena no parecía haberles impresionado mucho a los redactores puesto que no hacían gran hincapié a ello, cuando yo encuentro que es apasionante, sobre todo si se piensa que esos insectos tienen un lenguaje con código que relativiza las definiciones que se pueden dar de inteligencia verbal como específicamente humana. Pero esto parece que no les interesaba en absoluto, parecía que toda la atención estaba centrada en la sexualidad de los bichitos de marras.

Os resumo el asunto: cuando está lista, la abeja reina inicia su vuelo nupcial, perseguida por una nube de zánganos. El primero la alcanza copula con ella y luego muere porque, después del acto, su órgano genital permanece dentro del cuerpo de la abeja. Le queda pues amputado, y eso lo mata. El segundo zángano en alcanzar a la abeja debe, para copular con ella, retirar con las patas el órgano genital del anterior y, por supuesto, después corre la misma suerte, y así hasta diez o quince zánganos, que llenan la bolsa espermática de la reina, lo que le permitirá producir durante cuatro o cinco años doscientos mil huevos al año.

Pero sobre todo, es curioso cómo interpretan los hombres la naturaleza y creen poder sustraerse a ella. Si la chica que contó esta parte del documental la contaba así, es porque piensa que no le concierne. Si se mofa del patético retozar de los zánganos, es porque está convencida de no compartir su destino. Pero yo, en cambio, no veo nada chocante ni subido de tono en el vuelo nupcial de las abejas reina ni en el destino de los zánganos porque me siento profundamente semejante a todos estos animales, aunque mis costumbres difieran de las suyas. Vivir, alimentarse, reproducirse, llevar a cabo la tarea para la cual uno ha nacido y morir: no tienen ningún sentido, es cierto, pero así son las cosas. Qué arrogancia esta de los hombres que piensan que pueden forzar la naturaleza, escapar a su destino de insignificancias biológicas… Y qué ceguera tienen también con respecto a la crueldad o la violencia de sus propias maneras de vivir, de amar, de reproducirse y de hacer la guerra a sus semejantes…

Yo en cambio pienso que sólo se puede hacer una cosa: dar con la tarea para la cual hemos nacido y llevarla a cabo como mejor podamos, con todas nuestras fuerzas, sin buscarle cinco patas al gato y sin creer que nuestra naturaleza animal tiene algo de divino. Sólo así tendremos el sentimiento de estar haciendo algo constructivo en el momento en que venga a buscarnos la muerte. La libertad, la decisión, la voluntad, todo eso no son más que quimeras. Creemos que podemos hacer miel sin compartir el destino de las abejas; pero también nosotros no somos sino pobres abejas destinadas a llevar a cabo su tarea para después morir.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Idea profunda IV

Cuando pienso que hay gente que no tiene televisión… ¿cómo es posible que se las apañen? Yo podría pasarme las horas viéndola. No hay cosa que más me guste que quitar el sonido y mirarla. Es como si viera las cosas con rayos X. Cuando se quita el sonido viene a ser como quitar el papel de embalaje, el bonito papel de seda que envuelve una tontería que te ha costado dos euros. Si veis así los reportajes de las noticias, os daréis cuenta de una cosa: las imágenes no tienen nada que ver unas con otras, lo único que las une entre sí es el comentario, que hace que una sucesión cronológica de imágenes parezca una sucesión real de hechos.

Bueno, resumiendo, que me encanta la tele. Y esta mañana en uno de mis descansos de estudio he visto un movimiento interesante: una competición de saltos de trampolín. Era una retrospectiva del campeonato del mundo de la disciplina. Había saltos individuales con figuras impuestas o figuras libres, saltadores hombres o mujeres, pero sobre todo, lo que más me ha interesado eran los saltos dobles. Además de la proeza individual, con un montón de tirabuzones, giros y piruetas, los saltadores tienen que ser sincrónicos. No tienen que ir más o menos a la vez, no: perfectamente a la vez, no puede haber ni una milésima de segundo de diferencia entre ambos.

Lo más gracioso es cuando los saltadores tienen morfologías muy diferentes: uno bajito y retaco al lado de uno alto y esbelto. Al verlos uno piensa: esto no puede funcionar, en términos físicos, no pueden salir y llegar a la vez; pero sí que lo consiguen, aunque no os lo podáis creer. Lección que hay que sacar de esto: en el universo todo es compensación. Cuando se es menos rápido, se tiene más fuerza. Pero lo que me proporcionó aliento para escribir en el blog a cerca de esto fue cuando dos jóvenes chinitas se presentaron en lo alto del trampolín. Dos esbeltas diosas con trenzas de un negro brillante y que podrían haber sido gemelas por lo mucho que se parecían, pero el comentarista precisó que ni siquiera eran hermanas. Bueno, total, que llegaron a lo alto del trampolín, y creo que todo el mundo debió de hacer como yo: contener el aliento.
Tras varios impulsos gráciles, saltaron. Las primeras micras de segundo, fue perfecto. Sentí esa perfección en mi propio cuerpo; según parece es una historia de “neuronas espejo”: cuando se mira a alguien hacer una acción, las mismas neuronas que activa esta persona para hacer lo que está haciendo se activan a su vez en nuestra cabeza, sin que nosotros movamos un dedo (parece que de algo me está sirviendo estudiar neuroanatomía y neurofisiología). Un salto acrobático sin moverse de la mesa de la cocina tomándome un café bien cargadito: por eso a la gente le gusta ver el deporte por televisión. Bueno, total, que las dos gracias chinas saltaron y, al principio del todo, éxtasis total. Y luego, ¡horror! De repente el espectador tiene la impresión de que hay un ligerísimo desfase entre ambas. Uno escudriña la pantalla, con el corazón en un puño: sin lugar a dudas, hay un desfase. Sé que parece absurdo contar esto así cuando en total el salto no debe de durar más de tres segundos, pero justamente porque sólo dura tres segundos, uno mira todas las fases como si duraran un siglo. Y resulta ya evidente, ya no cabe ponerse una venda en los ojos: ¡estaban desfasadas! ¡Una va a entrar en el agua antes que la otra! ¡Es horrible!

De repente me vi a mí misma gritando en mi pensamiento: ¡pero alcánzala, vamos, alcánzala! Sentí una rabia increíble contra la que se había rezagado. Me hundí en la silla, asqueada. Bueno, entonces, ¿qué? ¿Es eso el movimiento del mundo? ¿Un ínfimo desfase que arruina para siempre la posibilidad de la perfección? Tras pensar un rato de pronto me pregunté: pero, ¿por qué querría uno a toda costa que la alcanzase? ¿Por qué duele tanto cuando el movimiento no está sincronizado? No es muy difícil de adivinarlo: todas estas cosas que pasan, que fallamos por poco y malogramos ya para siempre, eternamente… todas estas palabras que deberíamos haber dicho, estos gestos que deberíamos haber hecho, esos impulsos que surgieron un día y no supimos aprovechar y que se sumieron para siempre en la nada… El fracaso por un margen tan pequeño… Pero sobre todo se me vino a la mente otra idea, por lo de las “neuronas espejo”. Una idea perturbadora, de hecho, y vagamente proustiana (lo cual me pone nerviosa). ¿Y si la literatura no fuera sino una televisión que uno mira para activar sus neuronas espejo y para proporcionarse a bajo coste los escalofríos de la acción? ¿Y si, peor aún, la literatura fuera una televisión que nos muestra todo aquello en lo que fracasamos?

jueves, 10 de noviembre de 2011

Idea profunda III

 "Los que saben hacer las cosas, las hacen; los que no saben, enseñan a hacerlas; los que no saben enseñar, enseñan a los que enseñan, y los que no saben enseñar a los que enseñan, se meten en política".


Cuando escuché esta frase todo el mundo pareció encontrar aquello muy inspirado, pero no por los motivos adecuados desde mi punto de vista ya que pienso que no es verdad, o por lo menos no del todo. Creo que no significa lo que uno cree que significa.

Si uno ascendiera en la escala social de manera proporcional a su incompetencia, os puedo asegurar que el mundo no marcharía como marcha. Pero el problema no es ese. Lo que esta frase quiere decir no es que los incompetentes tengan un lugar bajo el sol, sino que no hay nada más difícil e injusto que la realidad humana: vivimos en un mundo donde lo que tiene poder son las palabras y no los actos, donde la competencia esencial es el dominio del lenguaje. Eso es terrible porque en el fondo, somos como suelen decir los grandes pensadores "seres programados" para dormir, comer, reproducirnos, conquistar y asegurar nuestro territorio, y aquellos más hábiles para todas esas tareas, aquellos entre nosotros que son más animales, ésos siempre se dejan engañar por los otros, los que tienen labia pero sería incapaces de defender su huerto, de traer un conejo para la cena y de procrear como es debido. Es un terrible agravio a nuestra naturaleza "animal", una suerte de perversión, de contradicción profunda.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Idea profunda II

Está muy bien esto de tener regularmente una idea profunda. La de hoy es bastante peculiar... ¿qué funcionalidad tiene los gatos para el ser humano?

Los gatos no tienen ninguna interacción interesante con las personas. Se arrastran de un sofá a otro, dejándolo todo perdido de pelos, y nadie parece haber comprendido que no sienten el más mínimo afecto por nadie. El único interés que presentan los gatos es el ser objetos decorativos con capacidad de movimiento, un concepto que encuentro intelectualmente interesante.

Uno de mis conocidos se ha leído toda la obra de Balzac pero demuestra hasta qué punto la educación es una auténtica tomadura de pelo. Basta observarle con los gatos. Es vagamente consciente de su potencial decorativo, pero se obstina sin embargo en hablarles como si fueran personas, lo cual no se le pasaría por la cabeza si se tratara de una lámpara o de una estatuilla etrusca. Parece ser que los niños creen hasta edad avanzada que todo lo que se mueve tiene alma e intención pero quien menciono no es precisamente ningún niño, en cambio está visto que no alcanza a considerar que su gato no tiene más entendimiento que una aspiradora. Estoy dispuesta a reconocer que la diferencia entre un gato y una aspiradora estriba en que un gato puede sentir dolor y placer. Pero, ¿significa eso que tiene más aptitudes para comunicarse con el ser humano? En absoluto. Ello solo debería incitarnos a tomar precauciones especiales, como un objeto muy frágil.

En cambio si reflexionamos sobre la hipótesis según la cual el gato tiene una función de ser un tótem moderno, una suerte de encarnación emblemática y protectora del hogar, reflejando con benevolencia lo que son los miembros de una familia, la teoría se hace patente. Muchos dueños de gatos hacen de ellos lo que les gustaría que fuesen sus hijos e incluso ellos mismos.

Resumiendo, yo pienso que el gato es un tótem moderno. Por mucho que se diga, por mucho que se peore sobre la evolución, la civilización y un montón de palabras que terminan en "ción", el hombre no ha progresado mucho desde sus inicios: sigue pensando que no está aquí por casualidad y que unos dioses en su mayoría benévolos velan por su destino.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Idea profunda I

Hoy el día ha sido soleado y tranquilo, aunque el frío creo que ya nos va a acompañar durante una larga temporada: bienvenidos seais abrigos, pañuelos y botas.


Esta mañana como de costumbre he sacado un ratito para escuchar música en mi cuarto. Como ya he mencionado en otras ocasiones, la música desempeña un papel muy importante en mi vida. Es lo que me permite soportar... pues... todo lo que hay que soportar: mi madre, la universidad,... etc.


La música no es un placer solo para el oído como la gastronomía lo es para el paladar, o la pintura para los ojos. Si pongo música por la mañana tampoco es que la razón sea muy original: lo hago porque determina el tono del día. Es muy sencillo y, a la vez, muy complicado de explicar: creo que podemos elegir nuestros estados de ánimo porque poseemos una consciencia con varios estratos y tenemos la manera  de acceder a ellos. Por ejemplo, para relajarme pongo algo que me haga alcanzar como un estado de ánimo distanciado en el que las cosas no me llegan de verdad, las miro como quien ve una película: un estrato de consciencia "desapegado". En general para ese estrato escucho jazz o más eficaz a largo plazo aunque tarden más en notarse los efectos, Dire Straits (viva el mp3).


Esta mañana he escuchado a Glenn Hiller aunque parece ser que no lo suficiente ya que hoy no he conseguido ver las cosas de manera distanciada.


Trágicamente he contemplado el desastre de la vida del adulto. Nos lamentamos sin comprender y, como moscas que chocan una y otra vez contra el mismo crista, nos inquietamos, sufrimos, nos consumimos, nos afligimos y nos interrogamos sobre el engranaje que nos ha conducido allí a donde  no queríamos ir. Somos como chiquillos que no entendemos que nos ha ocurrido y vamos de duros cuando en realidad tenemos ganas de llorar.



Sin embargo es fácil de comprender. El problema está en que los hijos se creen lo que dicen los adultos y, una vez adultos a su vez, se vengan enseñando a sus propios hijos. "La vida tiene un sentido que los adultos conocen" es la mentira universal que todos creen por obligación. Cuando una vez adulto, uno comprende que no es cierto, ya es demasiado tarde. El misterio permanece intacto pero hace tiempo que se ha malgastado en actividades estúpidas toda la energía disponible. Entonces ya no le queda uno más que anastesiarse como puede tratando de enmascarar el hecho de que no le encuentra ningún sentido a la vida, y engaña a sus propios hijos para intentar convencerse mejor a sí mismo.



De entre las personas que frecuentan mi familia, todas han seguido el mismo camino: una juventud dedicada a tratar de rentabilizar la propia inteligencia y asegurarse una posición de "élite", y luego toda una vida dedicada a preguntarse con estupefacción por qué tales esperanzas han dado como fruto una existencia tan vana.


La gente cree ansiar y perseguir estrellas, pero termina como peces de colores en una pecera. Me pregunto si no sería más sencillo enseñarles a los niños desde el principio que la vida es absurda. Ello les robaría algunos buenos momentos a la infancia pero permitiría que el adulto ganara un tiempo considerable (por no hablar de que uno se ahorraría al menos un trauma: el de la pecera).


Todo esto son pensamientos que invaden mi cabeza día tras otro, será que no hay vuelta atrás y he descubierto que la vida no tiene sentido: bienvenida seas vida adulta.